Máscara
(Texto libremente inspirado en una obra de Margaret Keane)
© Margaret Keane 1963 |
Todos,
absolutamente todos llevamos una máscara y lo hacemos con el fin de protegernos
de los demás, de mostrar que estamos seguros de nosotros mismos, de exhibirnos
como los reyes del mundo. Pero aunque no queramos reconocerlo, en ocasiones,
detrás de aquella máscara de alegría y a veces de arrogancia; se esconden
nuestros más oscuros secretos y nuestros miedos. Detrás de nuestro disfraz diario
se encuentran nuestras tristezas, nuestras decepciones, nuestros deseos.
¿Cómo es el ser humano en el
fondo? El ser humano, es indescriptible.
Llora: por
la muerte de un familiar, por miedo a lo desconocido, por haber roto una
relación amorosa que durante años lo hizo feliz, porque su equipo de fútbol
favorito perdió una final o porque la ganó. Llora al presenciar el nacimiento
de un hijo mientras lo abraza y le da la bienvenida a este mundo. Llora al ver
a su ídolo cantar sobre un escenario. Llora al final de una película romántica.
Llora al ver que ha alcanzado una meta o que ha fracasado.
Ríe y Sonríe: al escuchar
un chiste, al contar anécdotas del pasado, al ver la típica película cómica
junto a sus amigos en el cine de verano, al escuchar al gracioso de su clase o
trabajo, al ver como alguien se cae de la forma más tonta en el sitio menos
indicado. Sonríe, al ver a la chica o chico que le gusta. Sonríe por
complicidad, porque sí, porque se despertó feliz. Se ríe mientras da volteretas
en el parque con otros niños...
Espera: Al amor de
su vida, a un colega con el que ha quedado, a que alguien le pase el balón de
fútbol, el tren por la mañana, por la tarde y por la noche. Espera ganar la lotería,
ascender en su trabajo. Espera a que le
sirvan la comida, a que lo atiendan en un banco, o en el supermercado; espera a
que empiece la función o el partido. Espera a la muerte, que aunque no
queramos, llega...
Tiene miedo: a no ser
amado, a la oscuridad, a los monstruos de las películas de terror, que lo
engañen, que le rompan el corazón. Tiene miedo enfermarse, al doctor, al
dentista; algunos hasta al peluquero, o a las agujas, insectos y fantasmas del
pasado.
Esconde: desde los secretos
más pequeños, hasta los más grandes e inconfesables. Esconde cicatrices, tatuajes,
arrugas...Esconde sentimientos tanto buenos como malos. Esconde sueños: como
poder volar, conocer el mundo entero, ser el mejor en todo, vivir
trabajando en lo que más le gusta;
algunos incluso sueñan con poder soñar.
El ser humano, es así de profundo, y
si seguimos escudriñando en sus entrañas sacaremos mucho más de aquello
mencionado anteriormente. Creo que no somos justos con nosotros mismos cuando
nos limitamos a una simple máscara igual a la que llevan los demás, por el
simple hecho de pasar desapercibidos. Nuestros defectos, o las cosas que nos
hacen diferente al resto, son nuestras verdaderas virtudes.
Así que si quieres llorar y no lo
haces por miedo a lo que piensen o digan los demás de ti; hazlo, llora, siente
cada lágrima caer por tu rostro. Pensar en lo que puedan decir de ti, no es una
buena excusa para olvidar quien eres realmente y ser feliz a tu manera.
Tira tu vieja máscara y quémala.
Luego sal a la calle y disfruta de la vida y de cada una de las cosas que la
hacen especial: un amanecer, un atardecer o un anochecer en el que puedas
contemplar como la luna llena, te ilumina el rostro entero. Goza con todos los
espectáculos de este mundo porque cuando llegue el momento en el que lo tengas
que abandonar, sería una pena que no lo hayas explorado y disfrutado al máximo.
Una sola persona puede cambiar
muchas cosas y la historia ha dado claros ejemplos tanto buenos como malos. De
ti depende ser igual o diferente al resto de las siete mil millones de personas
que viven en este planeta.
© Santiago Molina Solano.
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